15 Sep

El régimen de la Restauración y el Sistema Canovista

Se denomina Restauración al periodo de la historia de España (1875-1931) en que se produjo la reposición en el trono de la dinastía borbónica en la persona del hijo de Isabel II, Alfonso XII; tras el Sexenio Democrático y la experiencia de la dinastía Saboya y la Primera República.

Durante este periodo estuvo en vigor la Constitución de 1876, salvo durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1929). Esta etapa se caracterizó, fundamentalmente, por la constitución en España del liberalismo y de sus instituciones, bajo la hegemonía de la burguesía conservadora.

1.-El sistema político de la Restauración

Durante el Sexenio Revolucionario, Cánovas del Castillo se encargó de defender los derechos de los borbones. Sabía que si Isabel II volvía, esto provocaría mucha oposición, por lo que consiguió que abdicara en su hijo Alfonso.

 Con esto, Alfonso de Borbón firmó el 1 de diciembre de 1874 el Manifiesto de Sandhurst de Cánovas, anunciando el restablecimiento de una monarquía constitucional para superar la inestabilidad existente. A continuación, Alfonso debía ser designado soberano de las Cortes, pero Martínez Campos hizo un pronunciamiento el 29 de diciembre de 1874, con lo que se adelantó a ello.

2.-El canovismo y la Constitución de 1876

Cánovas confiaba en las ideas en sí, sin importarle su procedencia. Entre otros principios, creía en la monarquía, la patria, la dinastía histórica, y el gobierno de las Cortes y el  rey, claves para la organización política, por lo que tenían que introducirse en la Constitución.

Además, Cánovas decía que los que no aceptaran estos términos, no podrían formar parte de la Restauración. Sin embargo, el resto de fundamentos podían ser objeto de discusión. Esto hizo que la mayor parte de la clase política formara parte de esto.

Cánovas convocó una Asamblea llamada comisión de Notabilidades, que estaba formada por treinta y nueve personas, iniciando el proceso constitucional. Presentaron a las Cortes Constituyentes, que habían sido elegidas por sufragio universal masculino, un proyecto de Constitución, que fue promulgado el 30 de junio de 1876.

Era más avanzada que la de 1845, más progresista que la de 1869 y más corta, ya que muchos de los artículos se podían cambiar según el gobierno del momento.

Entre otras cosas, destacaba que la soberanía la tenía las Cortes con el rey, y este tenía derechos propios: designaba al presidente del Consejo de Ministros y su gabinete, siempre que tuvieran el favor de las Cortes; era el jefe supremo del ejército; podía crear, aprobar o anular una ley; y podía disolver las Cortes. Así, se situaba por encima de las cámaras legislativas.

Las Cortes eran bicamerales y compartían el derecho legislativo con la Corona. El Congreso de los Diputados se elegía por sufragio censitario y luego por universal masculino, habiendo un diputado por cada 50000 habitantes. El Senado se componía de senadores elegidos por la Corona, derecho propio, corporaciones del Estado y altos contribuyentes.

La religión católica era la oficial del Estado pero se manifestaba el culto privado a otras.

El resto de cuestiones eran variables dependiendo del gobierno del momento.

3.-Los partidos políticos y la dinámica del sistema

El sistema de la Restauración contaba con dos partidos políticos. El Partido Conservador de Cánovas aportaba la ideología derecha al régimen, mientras que el Partido Liberal de Práxedes Mateo Sagasta  era la oposición.

El primero era más moderado, ya que Cánovas había pertenecido a la Unión Liberal. Lo formaban la aristocracia y los grandes propietarios, ya que su fuerza radicaba en el poder económico de unos pocos, y los monárquicos lo apoyaron.

El Partido Liberal apareció como la unión de antiguos políticos y partidarios del Sexenio Revolucionario, por lo que más que un partido, eran grupos unidos por Sagasta. Muchos de sus miembros habían perdido el fervor progresista, pero seguían representando a la izquierda, aprobándose múltiples derechos bajo su gobierno.

Estos partidos ejercían el “turnismo”, es decir, alternaban pacíficamente el gobierno. Se distinguen dos etapas en este período de cambios de gobierno.

La primera etapa (1875-1885), en la que los gobiernos conservadores predominaron, y se afianzó el régimen gracias a: tras el Sexenio se aceptó un sistema que pretendía normalizar el país; la situación económica de España mejoró las condiciones de vida de la población; se acabó con la guerra del norte y la insurrección cubana; y la popularidad de Alfonso XI, que creció más por su boda con Mercedes y su viudedad.

La segunda etapa (1885-1902) empezó con el fallecimiento del rey y su segunda esposa, María Cristina de Habsburgo, ejerció de regente, sin experiencia política y con importantes poderes constitucionales. En estas circunstancias, Cánovas cedió a Sagasta la jefatura de Gobierno en el Pacto de El Pardo, aumentando el protagonismo de los liberales.

Aunque el conflicto cubano se reanudó y la economía cambió, el sistema se afianzó al aprobar  la Ley de Prensa (1883)

, que regulaba la libertad de expresión, la Ley de Asociaciones (1887),  la Ley de Jurados (1889)

y el establecimiento del sufragio universal masculino.

4.- La oligarquía y el caciquismo

Teóricamente, para gobernar en la Restauración, se necesitaba la confianza de las Cortes y la corona, además de la mayoría en las elecciones.

Sin embargo, en la práctica esto no era así, ya que los partidos se cambiaban el poder periódicamente y bajo acuerdo mutuo o desgaste interno.

Esto hacía que las elecciones fueran un fraude, ya que el partido que convocaba elecciones era siempre el ganador.

El proceso era el siguiente. Se convocaban las elecciones y el ministro de Gobernación decidía que diputados iban a ser elegidos en cada distrito. Luego el  gobernador civil manipulaba las elecciones mediante tratos con los caciques de la zona, que compraban los votos invitando a los aldeanos o coaccionándolos. Además, si esto no funcionaba, recurrían al pucherazo, añadiendo votos de vecinos muertos.

Por el acuerdo entre partidos y gente con poder se llamó a este período “oligarquía y caciquismo”.

La oligarquía era formada por los dirigentes de los partidos políticos. Estos mantenían estrechas relaciones con los terratenientes, que ejercían el caciquismo para conseguir los votos.

Esto mostraba el contraste entre la sociedad de la legalidad constitucional y la realidad de la oligarquía y caciquismo.

Esto era propio de una sociedad rural subdesarrollada y analfabeta diferenciada entre el campo y la ciudad. Aun así, se piensa que el caciquismo fue el único método capaz de controlar el Estado, al unir a los partidos de la ciudad con los poderosos de los pueblos.

Aunque el turnismo estabilizó la vida política, esto era inmoral y encaminaba hacia la crisis del sistema, por lo que empezó a ser marcado como un mal de la patria y propio de la Restauración.

Además, el encasillado favorecía que los diputados que no eran de una provincia gobernaran en otra, por lo que los problemas de esta no le eran familiares y no le importaban. Esto daba un poder arbitrario, que propiciaba el enchufismo y la subordinación. Así, la corrupción se convirtió en una práctica habitual de la sociedad.

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