30 Jul

3.2. Las Comunidades y Las Germánías


Los conflictos entre la monarquía y los grupos políticos y sociales de los reinos hispánicos se manifestaron ya en los inicios del Siglo XVI con los levantamientos de las Comuni¬dades y de las Germánías, que presentaron el carácter de revueltas políticas, pero también tuvieron un fuerte com¬ponente social y antiseñorial. Las Comunidades (1520-1522) surgieron en Castilla, donde una serie de ciudades (Toledo, Segovia, Ávila, Burgos) se suble¬varón contra la monarquía, se constituyeron en gobierno del reino y ofrecieron la Corona a la madre de Carlos I, la reina Juana. Este movimiento agrupaba a un sector de los hidalgos y de las clases medias urbanas (artesanos, mercaderes, funcionarios) y reclamaban la protección de la industria nacional, espe¬cialmente la textil, muy perjudicada por la exportación de lana, el respeto a las leyes del reino y una mayor participación política. En pocos meses, el conflicto se extendíó y se produjeron también revueltas campesinas de carácter antiseñorial. Los sublevados se encontraron pronto con la oposición de la mo¬narquía, de los grandes exportadores de lana y de la gran nobleza terratenien¬te. Con su ayuda, el regente Adriano de Utrecht, en ausencia del rey
Carlos, reuníó un ejército que derrotó definitivamente a los comuneros en Villalar (1521), y sus principales dirigentes fueron ajusticiados. Las Germánías estallaron paralelamente y afectaron a casi todos los terri¬torios de la Corona de Aragón, aunque los hechos más graves sucedieron en Valencia. En el verano de 1519, los agermanados se hicieron con el control de la ciudad de Valencia. Las Germánías fueron una revuelta de artesanos, de la pequeña burguésía y de campesinos contra la oligarquía ciudadana, la nobleza y el alto clero. Pedían la democratización de los cargos municipales, una mejora de los arrendamien¬tos campesinos y la protección del monarca frente a los abusos de los poderosos. Pero Carlos I se alió con la nobleza, y los agermanados fueron derrotados en 1521. La revuelta también fracasó en Mallorca y en Cataluña.

3.3. El Imperio hispánico de Felipe II


El sucesor de Carlos I fue su hijo Felipe II (1556-1598) quien, aunque no re¬cibió el título de emperador, fue monarca de un inmenso Imperio, al que se añadieron los territorios portugueses (1580), haciendo valer sus derechos como hijo de Isabel de Portugal. A diferencia de su padre, Felipe II fue un monarca dedicado por entero a las cuestiones de su reino. Sus viajes fueron escasos y fijó Madrid como capital en 1566. No obstante, acabó retirándose al monasterio de El Escorial, desde donde ejercíó el gobierno hasta su muerte.En la pugna entre reforma protestante y contrarreforma católica, Felipe II defendíó firmemente los principios del Concilio de Trento. De este modo, se promulgaron leyes para vetar la importación de libros y se impidió cursar estudios en el extranjero. Mientras, la Inquisición publicaba un índice de libros prohibidos, registraba bibliotecas y perseguía a cualquier sospechoso de herejía. Igualmente, la monarquía anuló todos los particularismos étnico-religiosos de los moriscos, especialmente numerosos en Valencia y en el antiguo Reino de Granada (eran aproximadamente 320.000). En 1566 se promulgó un decreto prohibíéndoles el uso de su lengua y sus tradiciones. Los moriscos intentaron negociar con el rey, pero la Corona rechazó la propuesta. En respuesta, los moriscos andaluces, dirigidos por Aben Humeya, protagonizaron una insurrección en 1568 que se extendíó por la Alpujarra. La revuelta fue sofocada casi dos años después (1570) por Juan de Austria, hijo natural de Carlos I. En ocasiones, la represión de la disidencia religiosa se utilizó como castigo a cualquier forma de oposición a la autoridad real. Éste fue el caso del secretario de Felipe II, Antonio Pérez, que implicado en un complot político huyó a Aragón, de donde era originario, y reclamó la protección del Justicia de Aragón Lanuza. Éste se negó a entregarlo y Felipe II acusó de herejía a Antonio Pérez ante la Inquisición, único tribunal común a todos los reinos. Aun así, el Justicia, volvíó a negarse. Felipe II, violando los Fueros de Aragón, envió un ejército que puso fin a la sublevación y ajustició a Lanuza. El incidente puso de manifiesto el conflicto entre la voluntad de los territo¬ríos de la Corona de Aragón de mantener sus leyes e instituciones, y los deseos de la monarquía de aumentar su poder. Otro problema interno se derivó de la muerte (1568) del príncipe Carlos, heredero del trono, cuya personalidad trastornada había ido acentuándose con el tiempo. Fue su padre quien ordenó su detén¬ción, al comenzar el año, al conocerse los contactos que había establecido con los nobles flamencos que se habían rebelado. Meses después don Carlos moría en prisión, y Felipe II tuvo que defenderse toda su vida de la acusación de haber sido res¬ponsable de su muerte.


2.1. Colón y el dominio del Caribe


Desde la conquista de las islas Canarias, los castellanos habían abierto rutas en el Atlántico, pero sin duda eran los portugueses, pioneros en viajes y descubrimientos, los que dominaban las rutas marítimas. Cristóbal Colón presentó, primero en la corte portuguesa y después a los Reyes Católicos, una propuesta basada en la esfericidad de la Tierra, que consistía en abrir una nueva ruta al oeste para alcanzar tierras asíáticas, en busca de oro y especias, en lugar de bordear África. Al principio, dicha ruta fue rechazada tanto por Portugal como por los Reyes Católicos, pero finalmente Isabel de Castilla aceptó y puso a disposición del navegante los medios para el viaje. El contrato entre Colón y los reyes (Capitulaciones de Santa Fe, 1492) establecía los cargos y beneficios que le reportaría la em¬presa del descubrimiento de la nueva ruta. El 3 de Agosto de 1492 salieron de Palos (Huelva) tres pequeñas naves que, después de una breve escala en Canarias, alcanzaron tierra el 12 de Octubre del mismo año, en una serie de islas del Caribe: Guanahaní o San Salvador, Cuba y La Española. Las expectativas de riqueza generadas por el descubrimiento motivaron tres viajes más de Colón. En 1511 había concluido prácticamente la conquista de las gran¬des islas antillanas, pero las expectativas resultaron menores de lo esperado. Sin embargo, eran evidentes las perspectivas de hallar un nuevo continente, con una gran extensión de tierras.

2.2. La conquista de América

La colonización del continente americano abarcó su práctica totalidad con la excepción del actual Brasil, en manos de Portugal como consecuencia del Tratado de Tordesillas y las tierras del norte. La conquista se desarrolló en dos grandes etapas. La primera etapa fue capitaneada por Hernán Cortés. Su expedición, iniciada en 1518, salíó de la isla de Cuba, desembarcó en tierras mexicanas, donde fundó la ciudad de Veracruz, y se adentró en el territorio habita¬do por la civilización azteca. Consiguió dominar militarmente a los aztecas, con la ayuda de diversas tribus enemigas, apoderarse de sus riquezas y convertir al emperador Moctezuma en su rehén en 1519. Los aztecas se resistieron a someterse al dominio de los españoles, pero Cortés los vencíó en la batalla de Otumba (1520) y se apoderó de un amplio territorio que recibíó el nombre de Nueva España, que se extendería por América central. La segunda etapa de conquista fue dirigida por Francisco Pizarro a partir de 1531. Partíó de Panamá y se dirigíó hacia las costas de Ecuador, para iniciar la conquista del Imperio inca, que abarcaba el actual Perú, Ecuador y parte de Bolivia. Pizarro avanzó hacia el sur y, aprovechando los enfrentamientos entre los incas, consiguió imponerse sobre ellos y ajustició a su principal caudillo, Atahualpa, en 1532, conquistando al año siguiente Cuzco, la capital del Imperio. En esa misma época, en América del Norte, Cabeza de Vaca exploró Florida, Tejas y California; Orellana recorríó el Amazonas; Almagro y Valdivia conquistaron Chile, y Pedro de Mendoza fundó Buenos Aires. Finalmente, en Asía, las islas Filipinas fueron conquistadas por Legazpi.

2.3. Organización colonial y explotación de las Indias


Las tierras conquistadas fueron incorporadas a la Corona de Castilla, que financió la empresa y controló su colonización, mediante el establecimiento de un monopolio sobre la inmigración y el comercio. Las Indias copiaron la organización institucional castellana: se instauraron el municipio y los virreinatos (organización territorial superior), las audiencias (con funciones judiciales y de gobierno). Se fundaron dos virreinatos, el de Nueva España al norte, que comprendía América Central y las islas caribeñas; y el del Perú, que se extendía por América del Sur. Al mismo tiempo se desarrolló una legislación específica para la organización de los nuevos territorios, conocida como Leyes de In¬días. La primera recopilación fue la de las Leyes de Burgos (1512), que respondían al deseo real de evitar los abusos de los colonos y de mantener bajo su control el Imperio, prohibiendo la esclavitud, pero obligando a los indígenas a trabajar para los colonizadores. Los nuevos territorios supusieron una importante fuente de ingresos para Castilla y, en general, para la Corona, que controlaba el tráfico comercial y se reservaba la quinta parte (quinto real) de todo el metal precioso (oro, plata) y una tasa del 7,5 % sobre todos los productos importados o exportados. El oro y la plata resultaron las mayores riquezas que se extrajeron de América. Las minas más importantes fueron las de plata (Potosí y Zacatecas). Las tierras fueron repartidas entre los colonizadores, a los que se les entregaba una finca y un grupo de indios. De esta manera surgíó el concepto de encomienda, por la que el indígena era «encomendado» al colono y, a cambio de una teórica protección, quedaba obligado a pagar tributos y a trabajar forzosamente para el encomendero. Otro sistema de explotación fue la mita, empleado en el trabajo de las minas. Las disposiciones de la Corona para evitar los abusos sobre la población, como las Leyes Nuevas de Indias (1542), fueron incumplidas de forma sistemática, a pesar de las denuncias, como las realizadas por el padre Bartolomé de las Casas. La corrupción y la explotación de los indígenas fueron desde el principio rasgos destacados de la administración en América.

2.4. El impacto en la economía y la sociedad


A partir del Siglo XVI, las Indias fueron una gran fuente de intercambios comerciales. Castilla suministraba trigo, vid, aceite, ganado, vestidos, armas, etc., y de América llegaban, fundamentalmente, oro, plata, pero también productos agrícolas hasta entonces desconocidos como el maíz, la patata, el cacao, el tabaco y el cacahuete. El monopolio del comercio americano se otorgó al puerto de Sevilla, desde el que partían o llegaban todos los barcos de la ruta Americana. En 1503, la Corona creó la Casa de Contratación de Sevilla para controlar el tráfico de personas y mercancías, y asegurarse la recaudación de los tributos reales. Los viajes a América se organizaron mediante un sistema de flotas, buques que navegaban reunidos para controlar de manera efectiva el comercio americano y protegerse de los continuos ataques de tos piratas ingleses y holandeses. La enorme afluencia de metales preciosos provocó un aumento espectacular de los precios (400%) en el territorio castellano, al aumentar el dinero en circulación sin incrementar la producción, y dio lugar a un fenómeno conocido como la revolución de los precios. El elevado endeudamiento de la Corona española para financiar primero la expansión y después el mantenimiento del Imperio, hizo que gran parte de este tesoro se gastara con tanta rapidez como había sido adquirido. Los banqueros alemanes y genoveses facilitaron el capital para equipar a la armada y al ejército, y recibieron en pago, por los créditos concedidos a elevados intereses, la mayor parte del tesoro americano. Los efectos dinamizadores del oro y la plata en la economía castellana resultaron escasos, ya que la riqueza que no acabó en manos de los banqueros extranjeros fue invertida im¬productivamente en joyas o bienes de lujo importados.


5. ECONOMÍA Y SOCIEDAD HISPÁNICAS EN EL Siglo XVI

5.1. La economía del Siglo XVI


Desde el punto de vista demográfico, el Siglo XVI español se ca¬racterizó por un incremento continuado de la población en Castilla, especialmente en las regiones del sur, más relacionadas con el comercio americano. Sin embargo, en la Corona de Aragón apenas hubo aumento de población. Como efecto del crecimiento de la población y de la demanda de productos desde América, la agricultura tuvo un alza constante. Pero la expansión económica del Siglo XVI ni mejoró ni transformó la estructura agraria latifundista y atrasada, heredada de la Edad Media. A principios del Siglo XVI, también se produjo una expansión de la industria artesanal, estimulada por la demanda del mercado americano. Sin embargo, la monarquía favorecíó a los exportadores de lana frente a los productores de tejidos, y otorgó protección a los industriales textiles flamencos. De este modo, poco a poco, el mercado interior y el americano quedaron en manos de los competidores extranjeros. El comercio fue el sector que conocíó un mayor desarrollo a lo largo del Siglo XVI, gracias a la explotación del Nuevo Mundo. El crecimiento comercial se centró en las ciudades castellanas y en los puertos del Atlántico. En Castilla, al no transformarse la estructura agrícola ni artesanal, la producción continuó siendo escasa, y ello unido a la gran cantidad de oro y plata circulante, dio lugar a una espectacular subida de los precios. La monarquía decidíó favorecer la importación y dificultar con fuertes impuestos las exportaciones, originaron una reducción de los beneficios y de los incentivos para producir. En resumen, el enorme flujo del comercio americano no sirvió para transformar la estructura económica de Castilla.

5.2. Una sociedad estamental:


predominio nobiliario La sociedad del Siglo XVI se caracterizó por la preeminencia de la nobleza y el clero, y la persecución de cualquier disidencia religiosa o ideológica. La nobleza, aproximadamente un 5 % de la población, abarcaba desde los Títulos de Castilla y Grandes de España, verdadera élite, hasta los caballeros e hidalgos con haciendas mucho más precarias. Asimismo, a lo largo de los siglos XVI y XVII fueron habituales la compra de títulos y el acceso a la nobleza por servicios a la monarquía (nobleza de toga y espada). En cuanto a los miembros de la Iglesia (entre un 5 % y un 10 % de la población) igualmente eran notables las diferencias entre el alto y el bajo clero. El señorío (posesión vinculada a una familia o institución eclesiástica) era la forma más extendida y sólida de su preeminencia social. Entre los no privilegiados, los pecheros, sujetos al pago de tributos y a la justicia ordinaria, eran tanto campesinos, seguramente el 80 % de la población, como población urbana. Entre ellos existían notables diferencias de fortuna. Sin embargo, todos ellos estaban sujetos al dominio nobiliario y cargaban con los impuestos, que en Castilla eran muy numerosos. Por último, existían grupos diferenciados por su procedencia étnica o religiosa: moriscos y judíos conversos (marranos). Su origen fue siempre causa de marginación o persecución y muchos de ellos intentaban ocultar su origen ante el temor a represa¬lias ya que la limpieza de sangre era indispensable para el prestigio social, la pertenencia a la nobleza y el desempeño de cargos públicos.

4.- LOS CONFLICTOS EXTERIORES EN El Siglo XVI


Asegurar su hegemonía europea y defender el ca¬tolicismo, mantuvieron a la Corona en una lucha constante en una serie de conflictos (protestantes, Francia, Inglaterra, I. Turco, Países Bajos) que acabaron extenuando a la monarquía y propiciando su empobrecimiento. La ruptura de la unidad católica, como consecuencia de la reforma protestante, fue el principal problema de la monarquía de Carlos I. El fraile agustino de origen alemán, Martín Lutero, había pedido la reforma de la Iglesia en sus tesis, donde criticaba algunas de sus prácticas. Para hacer frente al problema se convocó la Dieta de Worms (1521), en la que se pidió a Lutero su retractación, pero éste se negó y se puso bajo la protección de Federico de Sajonia. Al poco tiempo, el protestantismo fue adop¬Tadó por diversos príncipes en los territorios alemanes y en los dominios de Flan¬des. La Inglaterra de Enrique VIII se separó también de la obediencia de Roma. El emperador Carlos, como defensor de la Iglesia, debía combatir el protestantismo. El enfrentamiento tuvo lugar en dos ámbitos: el políticomilitar y el religioso. El monarca derrotó a la liga de los príncipes protestantes en la batalla de Mühlberg (1547), pero no pudo acabar con el problema. Por su parte, el papa convocó en 1545 el Concilio de Trento (Italia),donde los teólogos españoles contribuyeron a la reacción católica frente al protestantismo. Al fin se llegaría a la Paz de Augs-burgo (1555), en la que los protestantes consiguieron que cada príncipe pudiera elegir la religión de sus Estados. Carlos I y Francisco I de Francia se enfrentaron por el dominio de los reí¬nos y ducados de Italia y por el control de los territorios de Flandes y Borgoña. Las tropas de Carlos I ganaron la batalla de Pavía en 1525. Más tarde, la actitud profrancesa del Papa lle¬vó al saqueo de Roma, en 1527, por las tropas del emperador. Durante el reinado de Felipe II, los conflictos con Francia continuaron hasta que se produjo la victoria de los tercios españoles en San Quintín (1557), que dio lugar a un período de tranquilidad. Más tarde, en las guerras de religión que se produjeron en Francia, Felipe II apoyó a los católicos frente a los hugonotes (protestantes seguidores de Calvino). Inglaterra había sido, desde el reinado de los Reyes Católicos, aliada de la Corona española frente a Francia. Pero el reinado de Isabel I rompíó esa alianza. Ésta, de religión anglicana, apoyó a los protestantes de Flandes y, deseosa de competir por el dominio del Atlántico y el control del comercio americano, protegíó a los corsarios (Hawkins y Drake) que atacaban los barcos españoles. Felipe II decidíó enfrentarse a Inglaterra y preparó una gran flota para atacarla (Armada Invencible). La expedición fue un desastre y la Invencible regresó diezmada y vencida (1588). El Imperio otomano era una gran potencia en el Mediterráneo oriental y aspiraban a expandirse por el centro de Europa y el Mediterráneo occidental. Con Carlos I se combinaron éxitos y fracasos. Durante el reinado de Felipe II, los otomanos amenazaron todo el Mediterráneo al apoderarse de Chipre y Túnez. Ante ello, se coaligaron la monarquía hispánica, Venecia y el Papado (Santa Liga) y armaron una gran escuadra. El enfrentamiento se dio en el golfo de Lepanto (1571), y significó una gran victoria de los cristianos, que alejó el problema turco del Mediterráneo occidental durante años. La guerra en los Países Bajos fue el mayor problema de Felipe II. Se originó por el descontento de los sectores burgueses ante los fuertes impuestos, por el surgimiento de un sentimiento nacionalista y por el conflicto religioso, al extenderse el calvinismo en la zona norte. La primera rebelión se produjo en la regíón de Flandes, en 1566, y contó con el apoyo de Francia e Inglaterra. Al frente de los rebeldes estaba Guillermo de Nassau, príncipe de Orange. Para combatirlos, Felipe II envió a los tercios con sus mejores generales, que ejercieron una dura represión. Finalmente, en 1579, el sur de los Países Bajos, católico, aceptó la obediencia a Felipe II, pero el norte, las futuras Provincias Unidas de Holanda, mayoritariamente calvinistas, continuó la lucha por la independencia. La rebelión nunca fue controlada y el conflicto se reabríó en el Siglo XVII. 


6. EL Siglo XVII: EL DECLIVE DEL Imperio


El Siglo XVII registró la pérdida progresiva de la hegemonía política de la mo¬narquía hispánica en el ámbito europeo. Este declive coincidíó con la decadencia económica de Castilla, núcleo esencial de la monarquía, y con una grave crisis social y política en el conjunto del territorio peninsular.

6.1. Felipe III, Felipe IV y Carlos II: la época de los validos Tras la muerte de Felipe II en 1598, se sucedieron tres reinados cuyos mo¬narcas renunciaron expresamente a ejercer personalmente las tareas de gobierno, que pasaron a manos de ministros omnipotentes, los validos o privados. Muchos de ellos utilizaron el poder en su propio beneficio, y aumentaron el nivel de corrupción e ineficacia de la administración de la Corona. Felipe III (1598-1621) tuvo un breve, y, en general, pacífico reinado, aunque bajo su mandato se produjo la expulsión definitiva de los moriscos. Las tareas de gobierno quedaron en manos de su valido, el duque de Lerma. La parte central del Siglo XVII estuvo ocupada por Felipe IV (1621-1665), en cuya época se sucedieron las mayores dificultades para el mantenimiento del Imperio. El monarca dejó el poder en manos del más conocido y poderoso de los validos, Gaspar de Guzmán, condeduque de Olivares, cuyo gobierno se caracterizó por el autoritarismo y la centralización. Pretendíó integrar a todos los reinos en un solo Estado común, con las mismas leyes e instituciones, siguiendo el modelo castellano que permitía un mayor poder real. Su intento fracasó, y originó enfrentamientos y graves revueltas internas. La dinastía concluyó con el reinado de Carlos II (1665-1700), un monarca enfermizo e incapaz, que murió sin descendencia. En su largo y complicado reinado se sucedieron los validos.

6.2. La Guerra de los Treinta Años La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) fue un conflicto de signo religioso, al enfrentar a protestantes y católicos, pero también significó una pugna política contra el dominio en Europa de los Habsburgo austriacos y españoles. Se inició con la rebelión protestante de Bohemia, en el Imperio de los Habsburgo austriacos. España acudíó en auxilio del Imperio, y los protestantes fueron apoyados por las Provincias Unidas del norte, Dinamarca, Suecia y Francia. A pesar de algunas victorias iniciales (Breda, 1626), muy pronto se sucedieron las derrotas de los tercios españoles (Rocroi, 1643). Los contendientes, agotados por la larga guerra, pactaron la Paz de Westfalia (1648), donde se aceptó el principio de que los intereses de los Estados y su propia religión prevalecerían sobre el Imperio romano-germánico. En 1650, España reconocíó la independencia del territorio norte de los Países Bajos, que pasó a llamarse Provincias Unidas de Holanda, gobernadas por la casa de Orange. La guerra con Francia continuó y no acabaría hasta la Paz de los Pirineos (1659), en la que la monarquía española cedíó territorios que tenía al norte de los Pirineos (Rosellón y la Cerdaña), haciéndose patente la hegemonía francesa en Europa y el declive de la monarquía hispánica.

6.3. Las revueltas de 1640


La guerra consumíó enormes recursos y depauperó a Castilla. El conde-duque de Olivares pretendíó una mayor centralización y fortalecimiento de la monarquía y una contribución equitativa al esfuerzo exterior de la Corona, tanto en hombres de armas como en impuestos (Uníón de Armas). Pero sus exigencias acabaron provocando el levantamiento de Cataluña y Portugal en 1640. En Portugal se proclamó rey al duque de Braganza y la rebelión, que duró hasta 1652, significó la definitiva independencia de Portugal de la Corona española. La revuelta en Cataluña se originó cuando Olivares, en plena guerra de los Treinta Años, abríó un frente militar contra los franceses en los Pirineos, obligando a los catalanes a alojar las tropas y a contribuir al gasto militar, a lo que reiteradamente se habían negado. Los soldados reales cometieron desmanes en Cataluña, lo que provocó la rebelión que culminó con la entrada de los segadores armados en Barcelona durante el Corpus de Sangre (1640). La revuelta se generalizó en Cataluña, que tuvo el apoyo de Francia, y el conflicto duró más de diez años. Finalizó en 1652 con la rendición de Barcelona al ejército real.

6.4. La crisis del Siglo XVII se caracterizó en toda Europa por una fuerte crisis social y económica: pestes, malas cosechas, guerras, parálisis del comercio y de la industria. En los territorios hispánicos esta crisis fue todavía más profunda. En primer lugar, la población disminuyó, (de 8 a 7 millones) debido al flujo migratorio a América, a las bajas ocasionadas por las continuas guerras, a la expulsión de los moriscos y a las epidemias que asolaron el país. En el terreno económico, la agricultura empeoró su ya precaria situación. El hambre, la guerra y las epidemias comportaron la despoblación de las tierras, mientras aumentaban los impuestos. También la Mesta vio cómo se reducía el número de cabezas de ganado. Asimismo, la industria y el comercio padecieron una profunda depresión. La tradicional competencia de los productos extranjeros se agravó ahora con la pérdida de territo¬ríos en  Europa, y por tanto de mercados, el incremento de los impuestos y la pérdida de poder adquisitivo de una población cada vez más arruinada. La situación de las finanzas públicas no permitía mejorar el panorama. Los gastos aumentaban, tanto por una corte que despilfarraba cada vez más, como por las necesidades de las constantes guerras. Ni el aumento de los impuestos, ni las devaluaciones de la moneda, ni la constante emisión de deuda pública pudieron salvar al Estado de la práctica bancarrota. Además, el recurso a la plata y el oro americanos fue cada vez más difícil, al agotarse parte de las minas y descender drásticamente la llegada de metales preciosos. Fue en ese momento cuando se evidenció que el mantenimiento de una mentalidad aristocrática había imposibilitado rentabilizar la riqueza proveniente de América. En vez de estimular las actividades productivas, esos bienes fueron dedicados a pagar las empresas imperiales de la monarquía y a consolidar un modelo social nobiliario en el que los capitales se dedicaban a la compra de tierras, casas o gastos suntuarios. Sólo los territorios periféricos, especialmente los de la Corona de Aragón, marginados de la aventura americana y de las cargas imperiales, sufrieron la crisis con menor intensidad.


1.- LA CREACIÓN DEL ESTADO MODERNO. LOS REYES CATÓLICOS

1.1. La uníón dinástica


El matrimonio (1469) de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, herederos de las dos Coronas con mayor peso e importancia de la Península, dio origen, al acceder ambos al trono, a una nueva entidad política: la monarquía hispánica. Ésta debe entenderse como una uníón dinástica, de dos coronas, en la que cada reino siguió rigiéndose por sus leyes e instituciones, por lo que se conformó un Estado plural y no unitario, integrado por unos territorios (Castilla, Aragón, Cataluña y Valencia) que sólo tenían en común una misma monarquía; de tal manera que los Reyes Católicos no utilizaron la de¬nominación de Reyes de España sino de los diferentes reinos que la formaban. Las leyes, la moneda y las instituciones per¬manecieron diferenciadas. Ahora bien, a pesar de este aparente equilibrio, el mayor peso territorial, demográfico y económico de Castilla origi¬nó una creciente castellanización de la propia monarquía y un descenso del peso político de la Corona de Aragón.

1.2. La expansión territorial


Los Reyes Católicos coinci¬dían en la necesidad de completar la unificación territorial de los reinos hispánicos para consolidar un Estado fuerte. Así, Castilla, con la ayuda aragonesa, abríó de nuevo las hostilidades contra el último reducto musulmán de la Península, el Reino de Granada, que fue definitivamente anexionado a la Corona en 1492. Asimismo, Fernando de Aragón, siendo ya regente de Castilla tras la muerte de la reina Isabel, incorporó Navarra a Castilla en 1515, aunque dicho territorio conservó su autonomía y sus instituciones. Como todos los monarcas autoritarios, los Reyes Católicos dedicaron amplios esfuerzos a la política exterior. Los intereses de Castilla se volcaron en el Atlántico, y los de Aragón, en el Mediterráneo. En primer lugar, realizaron una intensa política matrimonial, mediante la formalización de alianzas con diversos reinos europeos (Imperio alemán, Inglaterra y Portugal). Además, se recuperó el Rosellón y la Cerdaña y se consolidó el dominio de la Corona de Aragón sobre Nápoles (campañas de El Gran capitán). Por último, y para frenar el avance musulmán en el Mediterráneo, llevaron a cabo una serie de conquistas, que les aseguró el dominio de la costa de África (Melilla, Orán…). Igualmente, el apoyo de comerciantes andaluces permitíó la ocupación definitiva de las islas Canarias (1496).

1.3. El reforzamiento del poder real. Las instituciones


Un territorio unido no era suficiente. Los monarcas coincidían también en la necesidad de imponer su autoridad a la nobleza y a parte del clero, que durane la Baja Edad Media se habían levantado repetidamente contra el poder real. Primero vencieron por las armas a la nobleza y a los grandes señores eclesiásticos (Toro, 1476) e impusieron su autoridad. Después, recuperaron parte del patrimonio real en manos de los señores, aunque aceptaron garantizar a la aristocracia y a la Iglesia su poder e influencia a cambio de su sumisión política. Así consolidaron sus privilegios y generalizaron la institución del mayorazgo, que vinculaba las tierras a los grandes títulos nobiliarios. Dominados la nobleza y el clero, los monarcas organizaron una serie de instituciones eficaces para afirmar la autoridad real: crearon un ejército permanente y un cuerpo permanente que atendía los asuntos diplomáticos. Otra figura importante en este progresivo aumento del poder real en Castilla fue la de los corregidores, delegados del poder real en villas y ciudades que presidían los ayuntamientos y tenían funciones judiciales y de orden público. También se creó la Santa Hermandad, con atribuciones policiales, judiciales y de recaudación de impuestos. Asimismo, los Reyes Católicos reorganizaron el Consejo Real, apartando a la gran nobleza e introduciendo letrados y secretarios procedentes de la baja nobleza y de la burguésía. Tanto este Consejo como otros que se fueron creando cobraron cada vez más importancia. Mientras, las Cortes, sobre todo en Castilla, perdían pro¬tagonismo. En la Corona de Aragón se mantuvieron las instituciones tradicionales, así como el mayor peso político de las Cortes. Ahora bien, se instituyó el cargo de virrey, un representante de los monarcas que ejercía plenamente la autoridad real.

1.4. La imposición de la uniformidad religiosan


La monarquía de los Reyes Católicos presentaba un gran pluralismo religioso en el que cristianos, judíos y musulmanes convivían con dificultad. Los monarcas encontraron en la imposición de la fe católica, el mecanismo para integrar y unificar a la totalidad de los habitantes de sus reinos(de este afán deriva la denomi¬nacíón de Reyes Católicos). El instrumento central de la ortodoxia católica fue el Tribunal de la Santa Inquisición, para reprimir la herejía y la brujería. Los Reyes Católicos la reforzaron y la convirtieron en un instrumento de control ideológico y de unidad religiosa, al encargarle la persecución de los sospechosos de herejía y muy especialmente de los judíos y musulmanes convertidos al catolicismo (conversos). Una de las primeras decisiones reales en defensa de la unidad religiosa fue la expulsión de los judíos (1492) que no aceptaron convertirse al catolicismo. Fue el episodio final de una persecución, iniciada ya en la Edad Media. Afectó a unas 150000 personas en Castilla y a unas 30000 en Aragón, cuyas propiedades fueron confiscadas; mientras, 50000 personas, aproximadamente, aceptaron ser bautizadas. Los Reyes Católicos también plantearon la conquista de Granada como una guerra contra los infieles. Por ello, aunque inicialmente se garantizó a los musulmanes (mudéjares) el mantenimiento de sus costumbres, propiedades, leyes y religión, en 1499, Cisneros impulsó los bautismos obligatorios.

2.- CONQUISTA, COLONIZACIÓN Y EXPLOTACIÓN DE AMÉRICA

Durante el reinado de los Reyes Católicos, los viajes de Cristóbal colón, en búsqueda de una ruta para alcanzar las Indias, sentaron las bases del Imperio hispánico en América. A lo largo del Siglo XVI se avanzara en la exploración, explotación y organización de las nuevas tierras.

2.1. Colón y el dominio del Caribe


Desde la conquista de las islas Canarias, los castellanos habían abierto rutas en el Atlántico, pero sin duda eran los portugueses, pioneros en viajes y descubrimientos, los que dominaban las rutas marítimas. Cristóbal Colón presentó, primero en la corte portuguesa y después a los Reyes Católicos, una propuesta basada en la esfericidad de la Tierra, que consistía en abrir una nueva ruta al oeste para alcanzar tierras asíáticas, en busca de oro y especias, en lugar de bordear África. Al principio, dicha ruta fue rechazada tanto por Portugal como por los Reyes Católicos, pero finalmente Isabel de Castilla aceptó y puso a disposición del navegante los medios para el viaje. El contrato entre Colón y los reyes (Capitulaciones de Santa Fe, 1492) establecía los cargos y beneficios que le reportaría la em¬presa del descubrimiento de la nueva ruta. El 3 de Agosto de 1492 salieron de Palos (Huelva) tres pequeñas naves que, después de una breve escala en Canarias, alcanzaron tierra el 12 de Octubre del mismo año, en una serie de islas del Caribe: Guanahaní o San Salvador, Cuba y La Española. Las expectativas de riqueza generadas por el descubrimiento motivaron tres viajes más de Colón. En 1511 había concluido prácticamente la conquista de las gran¬des islas antillanas, pero las expectativas resultaron menores de lo esperado. Sin embargo, eran evidentes las perspectivas de hallar un nuevo continente, con una gran extensión de tierras.


3.- LOS AUSTRIAS DEL Siglo XVI: Carlos I Y Felipe II


La dinastía austriaca de los Habsburgo llegó al trono por el matrimonio de Juana, hija y heredera de los Reyes Católicos, y el príncipe Felipe de Habsburgo, hijo de Maximiliano, archiduque de Austria y emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico.

3.1. Carlos I:


el proyecto imperial Al morir Isabel I en 1504, su hija Juana fue proclamada reina de Castilla, mientras en Aragón continuó gobernando Fernando el Católico. Pero en 1506 murió Felipe I el Hermoso, el esposo de la reina, y ésta enfermó mentalmente (de ahí el sobrenombre de Juana la Loca). Dada su incapacidad para gobernar, su padre, Fernando, asumíó la regencia de Castilla, hasta su muerte en 1516. Fue entonces cuando Carlos I, primogénito varón de don Felipe y doña Juana, nacido en Gante (Bélgica) en 1500, fue proclamado rey en Bruselas y llegó a España en Septiembre de 1517. Su herencia era inmensa: las Coronas de Castilla y Aragón, con sus territorios en Italia y América, el archiducado de Austria y los dominios de los Países Bajos, el Franco Condado y Luxemburgo. Carlos llegó a España rodeado de una corte de consejeros de Flandes que no conocían el país pero se hicieron con cargos y dignidades. Esto levantó de inmediato recelos entre los notables de Castilla y Aragón. El monarca convocó las Cortes de Castilla, Aragón y Cataluña, en las que fue reconocido rey. En 1519 fallecíó su abuelo, el emperador Maximiliano, y Carlos fue elegido por unanimidad emperador con el nombre de Carlos V de Alemania. Carlos I heredó el título de emperador en unas circunstancias sumamente difíciles debidas a la rebelión protestante, la rivalidad con Francia y la amenaza turca en el Mediterráneo. El emperador entendíó que tenía una gran misión histórica: el mantenimiento de una monarquía cristiana y universal, por la que se vio envuelto en continuas guerras y llevó una vida itinerante. Por todo ello, prestó más atención a su función como emperador de Occidente que como monarca español. En 1556, y con graves problemas de salud, el emperador abdicó en su hijo Felipe II, a quien cedíó la Corona y todos sus territorios, salvo los dominios del archiducado de Austria y los derechos al título imperial, cedidos a su hermano Fernando. Carlos I se retiró al monas¬terio de Yuste (Cáceres) y allí murió en 1558.

2.2. La conquista de América

La colonización del continente americano abarcó su práctica totalidad con la excepción del actual Brasil, en manos de Portugal como consecuencia del Tratado de Tordesillas y las tierras del norte. La conquista se desarrolló en dos grandes etapas. La primera etapa fue capitaneada por Hernán Cortés. Su expedición, iniciada en 1518, salíó de la isla de Cuba, desembarcó en tierras mexicanas, donde fundó la ciudad de Veracruz, y se adentró en el territorio habita¬do por la civilización azteca. Consiguió dominar militarmente a los aztecas, con la ayuda de diversas tribus enemigas, apoderarse de sus riquezas y convertir al emperador Moctezuma en su rehén en 1519. Los aztecas se resistieron a someterse al dominio de los españoles, pero Cortés los vencíó en la batalla de Otumba (1520) y se apoderó de un amplio territorio que recibíó el nombre de Nueva España, que se extendería por América central. La segunda etapa de conquista fue dirigida por Francisco Pizarro a partir de 1531. Partíó de Panamá y se dirigíó hacia las costas de Ecuador, para iniciar la conquista del Imperio inca, que abarcaba el actual Perú, Ecuador y parte de Bolivia. Pizarro avanzó hacia el sur y, aprovechando los enfrentamientos entre los incas, consiguió imponerse sobre ellos y ajustició a su principal caudillo, Atahualpa, en 1532, conquistando al año siguiente Cuzco, la capital del Imperio. En esa misma época, en América del Norte, Cabeza de Vaca exploró Florida, Tejas y California; Orellana recorríó el Amazonas; Almagro y Valdivia conquistaron Chile, y Pedro de Mendoza fundó Buenos Aires. Finalmente, en Asía, las islas Filipinas fueron conquistadas por Legazpi.

2.3. Organización colonial y explotación de las Indias


Las tierras conquistadas fueron incorporadas a la Corona de Castilla, que financió la empresa y controló su colonización, mediante el establecimiento de un monopolio sobre la inmigración y el comercio. Las Indias copiaron la organización institucional castellana: se instauraron el municipio y los virreinatos (organización territorial superior), las audiencias (con funciones judiciales y de gobierno). Se fundaron dos virreinatos, el de Nueva España al norte, que comprendía América Central y las islas caribeñas; y el del Perú, que se extendía por América del Sur. Al mismo tiempo se desarrolló una legislación específica para la organización de los nuevos territorios, conocida como Leyes de In¬días. La primera recopilación fue la de las Leyes de Burgos (1512), que respondían al deseo real de evitar los abusos de los colonos y de mantener bajo su control el Imperio, prohibiendo la esclavitud, pero obligando a los indígenas a trabajar para los colonizadores. Los nuevos territorios supusieron una importante fuente de ingresos para Castilla y, en general, para la Corona, que controlaba el tráfico comercial y se reservaba la quinta parte (quinto real) de todo el metal precioso (oro, plata) y una tasa del 7,5 % sobre todos los productos importados o exportados. El oro y la plata resultaron las mayores riquezas que se extrajeron de América. Las minas más importantes fueron las de plata (Potosí y Zacatecas). Las tierras fueron repartidas entre los colonizadores, a los que se les entregaba una finca y un grupo de indios. De esta manera surgíó el concepto de encomienda, por la que el indígena era «encomendado» al colono y, a cambio de una teórica protección, quedaba obligado a pagar tributos y a trabajar forzosamente para el encomendero. Otro sistema de explotación fue la mita, empleado en el trabajo de las minas. Las disposiciones de la Corona para evitar los abusos sobre la población, como las Leyes Nuevas de Indias (1542), fueron incumplidas de forma sistemática, a pesar de las denuncias, como las realizadas por el padre Bartolomé de las Casas. La corrupción y la explotación de los indígenas fueron desde el principio rasgos destacados de la administración en América.

2.4. El impacto en la economía y la sociedad


A partir del Siglo XVI, las Indias fueron una gran fuente de intercambios comerciales. Castilla suministraba trigo, vid, aceite, ganado, vestidos, armas, etc., y de América llegaban, fundamentalmente, oro, plata, pero también productos agrícolas hasta entonces desconocidos como el maíz, la patata, el cacao, el tabaco y el cacahuete. El monopolio del comercio americano se otorgó al puerto de Sevilla, desde el que partían o llegaban todos los barcos de la ruta Americana. En 1503, la Corona creó la Casa de Contratación de Sevilla para controlar el tráfico de personas y mercancías, y asegurarse la recaudación de los tributos reales. Los viajes a América se organizaron mediante un sistema de flotas, buques que navegaban reunidos para controlar de manera efectiva el comercio americano y protegerse de los continuos ataques de tos piratas ingleses y holandeses. La enorme afluencia de metales preciosos provocó un aumento espectacular de los precios (400%) en el territorio castellano, al aumentar el dinero en circulación sin incrementar la producción, y dio lugar a un fenómeno conocido como la revolución de los precios. El elevado endeudamiento de la Corona española para financiar primero la expansión y después el mantenimiento del Imperio, hizo que gran parte de este tesoro se gastara con tanta rapidez como había sido adquirido. Los banqueros alemanes y genoveses facilitaron el capital para equipar a la armada y al ejército, y recibieron en pago, por los créditos concedidos a elevados intereses, la mayor parte del tesoro americano. Los efectos dinamizadores del oro y la plata en la economía castellana resultaron escasos, ya que la riqueza que no acabó en manos de los banqueros extranjeros fue invertida im¬productivamente en joyas o bienes de lujo importados.

Deja un comentario