16 Oct

El medio de relación grupal es constitutivo de la vida social, y en él se pueden alcanzar de forma adecuada las habilidades básicas requeridas para hacer frente a los problemas a los que se ve expuesta cada persona en los avatares de su vida.

4.1. Determinismo y Libertad: identidad, diferencia e interacción social

La imagen de nosotros mismos es el resultado de un complejo proceso social y psicológico en el que nos vemos influidos, reflejados y estimulados por los otros, mediación necesaria para el desarrollo de la identidad personal.

El yo de cada persona se constituye en un proceso de adaptación y creación que alcanza el éxito en la medida en que sobrepasa lo que podemos denominar el “umbral de la inclusión social”.

Una adecuada dinámica de grupo, diseñada cuidadosamente por el trabajador social, nos permite recuperar, reconstruir y fortalecer las habilidades sociales básicas para tener una vida social satisfactoria, y también nos permite integrar y equilibrar las diversas dimensiones que confluyen en nuestra vida personal, haciendo frente a los conflictos entre los roles que desempeñamos diariamente.

El trabajo en grupo permite internalizar comportamientos, fortalecer habilidades y llegar a conclusiones más eficaces, mediante la experiencia y la inteligencia colectiva. La integración grupal, el contraste de opiniones y de reacciones y las previsiones realizadas dentro del grupo disminuyen el riesgo a equivocarse y la incertidumbre. La integración grupal permite mejorar hábitos, valores, creencias y habilidades a través de las cuales se lograrán cambios en la conducta, en la interacción social y en las relaciones personales y profesionales.

En este proceso, es necesario mantener el equilibrio entre dos polos opuestos:

  • El determinismo social, en el que se concibe al ciudadano como un puro reflejo pasivo de la sociedad a la que pertenece.
  • El individualismo extremo.
    Desde esta perspectiva, las personas son resultado de un proyecto solitario en el que la vida social aparece como un campo moldeable y previamente establecido para la acción racional individual, guiada sólo por objetivos libremente decididos en la soledad del yo.

La relación persona-sociedad es una relación compleja, llena de matices y en la que la estructura social deja espacio para la acción individual.

La socialización se lleva a cabo, básicamente, en procesos grupales, en los que se crean normas, se establecen mecanismos básicos de solidaridad y se da tanto la cooperación como los comportamientos competitivos. Cada ciudadano se encuentra inmerso en una cultura común, fundamento de una gran variedad de comportamientos individuales. La interacción social es interacción grupal, y cada uno de nosotros pertenece a distintos grupos, en los que se establecen intercambios de experiencias, sentimientos, puntos de vista, acuerdos, desacuerdos… la interacción en el grupo permite expresarnos, objetivar y compartir la propia historia personal, dialogar…

En nuestras sociedades de consumo de masas, la individualidad aparece como un valor esencial para una vida digna. Sin embargo, aunque ésta es valorada como deseable (ya que a través de estos momentos de individualidad se estimula la creatividad, se experimenta la autonomía e independencia personal, etc.), las personas necesitamos constitutivamente la interacción con los demás. Por eso, la exclusión, tanto por nuestra parte como por la de los otros, conlleva una experiencia negativa de gran impacto y genera fuertes conflictos personales. La exclusión, sea por la razón que sea, muestra empíricamente la importancia de la interacción e integración social para cualquier persona.

Esto nos lleva a plantearnos cuáles son las habilidades que se generan en la dinámica de grupo, indispensables para lograr alcanzar con éxito la inclusión social en nuestro entorno; diferenciamos tres factores básicos: los sentimientos de integración, la necesidad de pertenencia y la identificación con el grupo.

  • La inclusión en un grupo y el establecimiento de relaciones interpersonales basadas en la confianza, la empatía, los objetivos comunes y la cercanía permiten hacer frente a los sentimientos de vacío y soledad social. Los grupos pueden proporcionar el antídoto para la soledad.
  • La necesidad de pertenencia es una necesidad básica implícita en las personas. Tanto de forma consciente como inconsciente, cada ciudadano se integra en una familia, en diferentes círculos sociales, asociaciones, etc., y esta necesidad de pertenencia nos conduce a establecer lazos significativos con los demás. Las personas que interaccionan regularmente de manera positiva con los demás tienen mayores niveles de satisfacción y optimismo, e incluso viven de forma más saludable.
  • Las personas compartimos y adquirimos las características del grupo.
    Conforme aumenta la identificación de sus miembros, se valora de manera creciente la pertenencia a él (nos sentimos conectados con los otros miembros, participamos en las tareas del grupo y aceptamos sus normas…). El tiempo es un factor importante, pues la identificación con el grupo se refuerza con el paso del tiempo.

Desde una perspectiva más amplia hay que resaltar que, a lo largo del proceso de socialización, interiorizamos lo que se denomina la “personalidad social”. Cada cultura genera en sus miembros unos contornos sociales estereotipados que dan origen a lo que los científicos sociales denominan “personalidades básicas”. Las culturas tienden a crear a una personalidad tipo, resultante del conjunto de características de la personalidad concordantes con el orden institucional de cada sociedad, creando un conjunto de rasgos homogéneos que permiten establecer ciertas distinciones en relación a las personas que proceden de otras culturas. Esta dinámica puede reconocerse a nivel microsociológico en la dinámica de grupos, y a nivel macrosociológico en la sociedad como tal.

4.2. Perspectivas analíticas sobre la Dinámica de Grupos

Las investigaciones sobre los grupos sociales, principalmente sobre los grupos primarios, han puesto de relieve algunas dimensiones básicas que se dan en ellos y que, aunque se formulan por separado, deben tomarse en consideración de manera conjunta:

4.2.1. La dimensión relacional

Hace hincapié en las relaciones entre miembros del grupo. Las personas se relacionan las unas con las otras aunque, en cierto modo, éstas son “interdependientes”; esto significa que cada acción que tome una persona dentro de un grupo modificará la situación del resto de los miembros y que a su vez la situación de cada uno se modificará conforme actúen el resto de integrantes del grupo.

Un ejemplo sería el de un equipo de natación sincronizada cuyos integrantes deben realizar sus movimientos coordinadamente en armonía y cada una de las nadadoras depende del resto para lograr una buena ejecución. Estos factores son interdependientes unos de los otros y deben coordinarse si se quiere lograr una actuación coherente y bien desarrollada.

Por lo tanto, un grupo es una colección de individuos que tienen relaciones los unos con los otros, lo que les hace interdependientes en cierto grado significativo. Es decir, un grupo son dos o más individuos interdependientes que se influyen unos a otros a través de la interacción social.

Sin embargo, la mutua interdependencia no agota la relación entre los miembros del grupo. También de da la cooperación y la competencia.

En la situación social cooperativa se hace hincapié en lo que los miembros del grupo comparten. La situación cooperativa es aquella en la cual los participantes promueven activamente sus metas interdependientes. Esto significa que el progreso de cada persona hacia su meta hace más probable que los demás alcancen también su propia meta.

En la situación social competitiva, el beneficio mutuo no es algo que se pueda lograr en la actividad grupal. Cuando obtener un beneficio mutuo es imposible, la única opción cooperativa para los componentes del grupo es alternar los triunfos con los errores o fallos. En este caso las personas del grupo tienen metas contrarias interdependientes, es decir, se mantiene la relación de interdependencia, pero el progreso hacia la meta de uno de los miembros hace menos probable que los demás la alcancen.

Es importante resaltar que la interdependencia por sí misma no hace un grupo. Para hacer frente a esta multiplicidad de dimensiones, Deutsch diferencia tres tipos de grupos:

  • Sociológicos puros


    En él, las personas se comportan de manera interdependiente aunque no se perciben a sí mismas desde el punto de vista de la interdependencia.
  • Grupos Psicológicos


    Las personas creen que actúan de manera interdependiente aunque los demás no vean este tipo de conducta (un grupo psicológico existe en la medida en que los miembros que lo componen se perciben a sí mismos como perseguidores activos de metas interdependientes).
  • Ideales


    Reúnen ambas condiciones, es decir, las personas se perciben a sí mismas como un grupo y los demás también las ven de esta forma.

4.2.2. La dimensión de la interacción

Se centra en la interdependencia de las interacciones entre los miembros del grupo.

¿Qué es la interacción? Se puede establecer cierta similitud entre los términos de comunicación e interacción, definiendo ambas como el intercambio de mensajes entre las personas, con un matiz relevante: la “comunicación” se ocupa de transmitir mensajes intencionados (mediante el lenguaje, signos y conductas no verbales) y la “interacción” hace referencia al envío de todo tipo de mensajes, los intencionados y los no intencionados (incluyen movimientos inconscientes y gestos).

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