01 Jul

1. El siglo XVIII comenzó en España con la Guerra de Sucesión provocada porque el rey Carlos II murió sin
dejar heredero. Las potencias europeas y las grandes familias españolas se dividieron entre los que preferían a los
Austrias y los que se inclinaban por los Borbones. Resultaron vencedores los Borbones y dieron comienzo a una
dinastía real que se mantiene hasta nuestros días. Los monarcas Borbones, que convirtieron a España en un país
moderno, introdujeron la cultura francesa. Cultura que había creado la primera Enciclopedia, una obra de
creación colectiva dirigida por Diderot y D’Alembert, la que se pretendía recoger toda la sabiduría humana. Por ello,
el Siglo XVIII fue el siglo de la Enciclopedia; pero también el Siglo de las Luces porque los intelectuales pretendían disipar
las tinieblas de la humanidad mediante las luces dela razón. El movimiento intelectual que se extendíó por Europa durante
este siglo se denominó Neoclasicismo porque los artistas pretendieron recuperar la cultura clásica (greco-latina) y también
Ilustración porque los pensadores manténían que la educación y la instrucción eran los únicos caminos por los que se podía
imponer la razón
Lo frecuente es que los estudiosos de la literatura dividan el siglo en tres etapas
:

La primera, la postbarroca, se mantuvo Vigente en el teatro hasta muy entrado el siglo y en la novela dio
lugar a la publicación de una novela picaresca, Vida de Diego de Torres Villarroel.
La segunda etapa sería la plenamente ilustrada y coincidiría con el reinado de Carlos III, el llamado alcalde
de Madrid.
La tercera etapa, representada por una obra de Manuel José Quintana Las noches lúgubres, y por unos
poemas de Meléndez Valdés, se denomina prerromántica y adelanta el movimiento estético con el que se
iniciará el Siglo XIX.
Los intelectuales ilustrados consideraban que la razón era la única fuente de conocimiento por lo que la colocaban
por encima de la imaginación, de las emociones y de la fe. La razón debía alimentar a la ciencia que utilizaba como método
de conocimiento el científico. Además, la razón también debía someter a crítica todo el conocimiento humano.
En el plano social y político, el Siglo XVIII supuso una cierta conciencia de que la vida de las gentes del pueblo
estaba sumida en la ignorancia por lo que quienes gobernaban desarrollaron una serie de reformas con las que intentaron
transformar la sociedad. Pertenece a este momento “el todo para el pueblo, pero sin el pueblo” propio del despotismo
ilustrado.


Autores y obras.
Los autores del dieciocho eran ilustrados, pensaban que el arte debía ser utilitario y cumplir una función
educadora de la sociedad. Por ello, aunque la literatura de este siglo no alcanzó el esplendor de la de los siglos
precedentes. Los escritores prefirieron los géneros didácticos, tanto en prosa como en verso. En versodestaca la fábula representada
por Tomás de Iriarte y por Félix María de Samaniego, en cuanto a prosa es necesario mencionar a Feijoo, Jovellanos y Cadalso.
El primero es considerado uno de los iniciadores del ensayo en España Autor de Teatro crítico universal y fue el primer defensor de
los ideales de la Ilustración. En esta obra, arremete contra las supersticiones y defiende la razón como método de conocimiento.
 Jovellanos dejo ejemplos de prosa limpia y bien construida en obras como Memoria sobre espectáculos e Informe sobre
la ley agraria, en las que defiende los principios del despotismo ilustrado. A Cadalso le debemos las Cartas
marruecas en las que, siguiendo el ejemplo de Montesquieu en Cartas persas, revelados males nacionales
gracias a las impresiones de un extranjero, el marroquí Gazel. La obra inaugura el tema de España en nuestra
literatura, que luego recogerían Larra y la Generación del 98.
Se puede afirmar, sin exagerar demasiado, que el Siglo XVIII fue un siglo sin novela y que la poesía más
interesante fue precisamente la que anticipaba el Romanticismo, escrita por los poetas ya citados, Quintana y
Valdés.
El teatro tiene como figura más eminente al afrancesado Leandro Fernández de Moratín, autor de El sí
de las niñas,y La comedia nueva o El café. En la primera, considerada la obra maestra del autor y del periodo, se
desarrolla un conflicto originado por un matrimonio desigual entre un hombre mayor y una adolescente,
enamorada, a su vez, de un joven. Al final, triunfa el amor, lo que convénía a los propósitos didácticos del autor.
La pieza está escrita en prosa y respeta escrupulosamente la regla de las tres unidades, dos exigencias del teatro
de la época. También debe recordarse a Ramón de la Cruz, autor de obras cortas llamadas sainetes en las que
recrea el ambiente del Madrid de la época.

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