27 Dic

:-I GUERRA CARLISTA (1833-40). Fue la más extensa y destacada de las tres. A lo largo de sus siete años de duración podemos distinguir hasta 4 fases marcadas por la iniciativa de uno u otro bando (las 2 primeras de iniciativa carlista, las 2 siguientes de iniciativa isabelina) y la considerable cifra de muertos, hasta 200.000 según algunas fuentes:

1. La formación del foco de insurrección vasco navarro (1833-35)

En la que los carlistas intentaron sin éxito provocar una revuelta generalizada en todo el país. Su fracaso condujo a una guerra civil en la que los carlistas se hicieron fuertes en País Vasco y Navarra de la mano de su coronel Zumalacárregui. No obstante, las tropas carlistas no lograron ocupar ni las capitales vascas ni Pamplona, hecho que sin duda les restó empuje y credibilidad.

2. Las expediciones nacionales (1836-37);

al frente del general Cabrera los carlistas ocupan también el Maestrazgo e intentarán lanzar incursiones fuera de los núcleos que controlaban, pudiendo reséñar la Expedición Gómez y la Expedición Real. Asimismo, el ejército carlista fracasará de nuevo en su intento de tomar Bilbao3. La iniciativa isabelina y el Convenio de Vergara (1837-39)
; los isabelinos toman la iniciativa de la mano del general Espartero y los carlistas, fundamentalmente los afines al general Maroto, se muestran cada vez más partidarios de alcanzar la paz. Esta se materializó a través del Convenio de Vergara celebrado entre Espartero y Maroto, el cual supuso el fin de las hostilidades en el País Vasco y Navarra, la incorporación de los militares carlistas al ejército isabelino sin degradación alguna y la promesa isabelina de remitir la cuestión foral a Cortes para su discusión. Carlos María Isidro, contrario al pacto, se exilió a Francia, prueba más que significativa para aludir a la división en el seno del carlismo y para refrendar la teoría de que en el conflicto siempre pesaron más las cuestiones ideológicas y el mantenimiento de los privilegios que la cuestión sucesoria.

4. El final de la guerra en el Maestrazgo (1839-40)

; los enfrentamientos se extendieron algunos meses más en la zona del Maestrazgo, donde el general Cabrera mostró su rechazo hacia el abrazo de Vergara entre Maroto y Espartero. Finalmente este último pondrá fin a la resistencia carlista con la toma de Morella (Castellón). En Julio de 1840, los últimos combatientes carlistas se vieron obligados a cruzar los Pirineos con destino a Francia.Curiosamente en el transcurso de esta Primera Guerra Carlista observaremos cómo la división dentro del liberalismo que se concreta durante el reinado de Isabel II entre progresistas y moderados, pasó a un segundo plano a fin de enfrentar conjuntamente el carlismo. Prueba de ello es la Constitución de 1837(prueba de que los liberales, que estaban divididos en dos bandos,se unen contra el carlismo), sin duda bastante más consensuada que las posteriores de 1845 (moderada) y la nonata de 1856 (progresista).-II GUERRA CARLISTA (1846-49). También conocida como “Guerra dels Matiners”, se desarrolló, a diferencia de la Primera, en Cataluña. Su estallido tuvo el pretexto del fallido enlace entre Isabel II y el pretendiente carlista (Carlos VI), uníón que probablemente hubiera contribuido a resolver el pleito dinástico entre ambos bandos borbónicos. Posteriormente se produjeron otras sublevaciones carlistas, como la ocurrida también en Cataluña en 1855 o la conocida como “Ortegada”, frustrado pronunciamiento de Carlos VI en el monasterio de San Carlos de la Rápita en 1860.-III GUERRA CARLISTA (1872-76). El carlismo se revitalizó militarmente después del derrocamiento de Isabel II tras la Revolución de 1868, desencadenando un tercer conflicto en el que se enfrentarán por partida doble: en primer término contra el que consideraron un monarca intruso, Amadeo I, y en segundo término contra la nueva forma de gobierno surgida en 1873, la I República. Durante esta última guerra podemos significar un nuevo intento fallido por ocupar Bilbao y algunas incursiones hacia el interior como el célebre saqueo de Cuenca.La Restauración de los Borbones en el trono en la persona de Alfonso XII (1875) supuso el declive del carlismo, en gran parte debido a que la derecha monárquica se aglutinó curiosamente en torno a los descendientes de Isabel II y también por el surgimiento de los nacionalismos vasco y catalán. En Febrero de 1876, el pretendiente carlista (Carlos VII) optó por exiliarse a Francia. Ya en pleno Siglo XX, la llegada de la II República (1931) creó un clima favorable para la reunificación carlista bajo el nombre de Partido Tradicionalista Carlista, orientado fundamentalmente a la formación de milicias armadas (requetés) que apoyaron el golpe franquista de 1936. Durante la Guerra Civil su uníón con Falange Española dio origen a la Falange Tradicionalista y de las JONS (1937), única formación política reconocida por el franquismo. En los años posteriores el carlismo volverá a escindirse, y la vuelta a la democracia en 1975 condujo a la legalización del Partido Carlista en la persona de Carlos Hugo de Borbón Parma, quien en 1980 renunciaría definitivamente a la reivindicación dinástica iniciada en 1833.Por último, entre las principales CONSECUENCIAS de las guerras carlistas habría que significar el coste humano, un elevado gasto militar que condujo a la monarquía liberal a severos apuros fiscales que intentó paliar con medidas como la desamortización de Mendizábal, la identificación de la monarquía isabelina con el liberalismo por ser este su principal valedor y el creciente protagonismo político de los militares y su habitual recurso al pronunciamiento para reorientar el devenir de la nacíón.

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