08 Dic

En 1939, Guido Orefice (Roberto Benigni), un alegre, divertido y carismático joven italiano de origen judío, llega a la casa de su tío Elíseo en Arezzo para trabajar como camarero en su hotel. Allí conoce a una joven y bella profesora llamada Dora (Nicoletta Braschi, esposa en la vida real de Roberto Benigni), de la que se enamora inmediatamente y hace lo posible por conquistarla, llamándola princesa y saludándola alegremente con la frase ¡Buenos días, princesa! cada vez que la ve, aunque resulta que ella es la prometida de un funcionario fascista local llamado Rodolfo.

La primera mitad de la película muestra el cambio político que se está produciendo en el país. Guido imita la forma de caminar de los soldados nazis y parodia sus teorías racistas y pseudocientíficas. Un día, al hotel donde trabaja Guido llega un médico, el doctor Lessing (Horst Buchholz), que enseguida se hace amigo suyo, ya que los dos son aficionados a las adivinanzas y pasan el tiempo planteándoselas el uno al otro. Cuando en el hotel se celebra la fiesta de compromiso de Rodolfo y Dora, Guido llega y le confiesa sus sentimientos por ella. Dora, que nunca ha estado verdaderamente enamorada de Rodolfo, se va con Guido en su caballo. Mientras todo esto ocurre, el avance del fascismo es cada vez más evidente: el negocio de Elíseo y su caballo aparecen frecuentemente cubiertos con pintadas y mensajes antisemitas.

Seis años después, en 1945, Guido y Dora están casados y tienen un hijo, llamado Giosuè (Giorgio Cantarini). A pesar de la guerra y de la invasión nazi de Italia, siguen siendo felices. Guido abre una librería y Dora continúa con su trabajo como profesora. El día del cumpleaños de Giosuè, Guido, Elíseo y Giosuè son detenidos debido a su origen judío y subidos a un tren rumbo a un campo de concentración. Aunque Dora no es judía, exige subir también al tren para permanecer junto a su familia, pero al llegar al campo, los hombres y mujeres son inmediatamente separados y Elíseo y muchos otros son enviados directamente a las cámaras de gas, ya que no se les considera útiles para trabajar. Guido oculta a su hijo la terrible situación que están viviendo, haciéndole creer que es sólo un juego en el que deben ganar puntos, y el primero que gane 1000 puntos conseguirá un tanque auténtico. También le dice que si llora, pide comida o quiere ver a su madre, perderá puntos, mientras que si se esconde de los guardias del campo ganará puntos extra.

Guido usa esta fantasía para justificar la realidad que les rodea: los guardias los tratan mal porque quieren el tanque para ellos y el número cada vez menor de niños (que están siendo asesinados en las cámaras de gas) se debe a que están escondidos para ganar puntos. Guido consigue convencer a Giosuè para que no quiera marcharse diciéndole que van en cabeza y sólo necesitan un poco más de tiempo para volver a casa con el tanque. A pesar de estar rodeados de horror, tristeza y muerte, Giosuè acaba creyéndolo todo gracias a la convincente historia que le cuenta su padre y a su propia inocencia.

Un día, Guido se encuentra con el doctor que conocíó en el hotel, convertido en oficial de las SS, que está eligiendo a los prisioneros que serán enviados a las cámaras de gas. Al ver a Guido, le reconoce y no le envía a las cámaras, y hace que trabaje como camarero en una cena que van a celebrar los altos mandos militares del campo. Guido aprovecha para llevar a Giosuè con él y sentarle en la mesa de los niños para que por un día coma bien. En un momento de la cena, Guido tiene una charla con el doctor, quien le plantea un nuevo acertijo para que le ayude a resolver, por lo que Guido queda decepcionado debido a que había creído que el doctor iba a ayudarlo a él y a su familia a salir con vida del campo de concentración.

Una noche se observa un gran revuelo en el campo: los alemanes se están retirando ante la llegada de los Aliados porque la guerra ha terminado, pero quieren matar a todos los prisioneros antes de que los Aliados les liberen. Guido ordena a Giosuè que se esconda hasta que todo se calme, porque «están a punto de ganar el premio». Mientras, él va en busca de Dora para marcharse todos juntos, pero es sorprendido y fusilado por uno de los guardias. A la mañana siguiente, los alemanes han huido y Giosuè sale de su escondite. De pronto aparece un tanque, que él cree que es su premio. Son los estadounidenses, liberando el campo. Le recogen y por el camino, entre los prisioneros liberados, Giosuè encuentra a su madre y le comunica que han ganado.

La voz en off del principio, que resulta ser la de Giosuè adulto, termina diciendo: Esta es mi historia. Ese es el sacrificio que hizo mi padre. Aquel fue el regalo que tenía para mí.

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