21 Jun

La consolidación del régimen franquista. Las transformaciones económicas: de la autarquía al desarrollismo. Los cambios sociales.


La autarquía de posguerra


En 1939, España era un país arruinado.
Diezmada demográficamente, el hambre y la extrema necesidad eran la realidad cotidiana de una gran parte de la población.

La solución que dio el régimen franquista a la penuria económica estuvo marcada por el modelo creado en la Italia mussoliniana y consolidado en la Alemania de Hitler:
la autarquía, una política económica basada en la búsqueda de la autosuficiencia económica y la intervención del estado.
El intervencionismo del Estado se extendíó por gran parte de la economía nacional. El Estado fijó los precios agrícolas y obligó a los campesinos a entregar los excedentes de sus cosechas. Se creó el Instituto Nacional de Industria (INI) en 1941 para mejor controlar la exangüe industria española y se establecíó un rígido control del comercio exterior.

Un gran fracaso económico

Los años de la posguerra marcaron una tremenda regresión en el terreno económico. El hundimiento de la producción agrícola e industrial fue acompañado de una vuelta atrás histórica: el sector primario volvíó a superar el 50 por ciento de la renta nacional.

En un contexto de escasez e intervención estatal, el mercado negro, el estraperlo, y la corrupción generalizada (licencias importación y exportación, suministros al Estado…) se apoderaron de la economía del país.

Esta situación se vio fuertemente agravada por la coyuntura internacional.
A la segunda Guerra Mundial, 1939-1945, le sucedíó un período de aislamiento por la condena internacional del régimen de Franco como aliado del Eje.

Los años 50: el fin de la autarquía


El evidente fracaso del modelo autárquico llevó a que desde los inicios de los años cincuenta se produjera un giro en la política económica.

Se aplicó una liberalización parcial de precios y del comercio y la circulación de mercancías En 1952 se puso fin al racionamiento de alimentos.

Estas medidas trajeron una cierta expansión económica. Finalmente, en 1954 se súperó la renta por habitante de 1935.
Se ponía fin a veinte años perdidos en el desarrollo económico español.

La guerra fría y el consiguiente cambio en la política internacional norteamericana propiciaron que desde 1951 comenzara a llegar ayuda económica norteamericana.
Aunque inferior a la recibida por los países beneficiarios del Plan Marshall, esta ayuda permitíó importaciones de bienes de equipo imprescindibles para el desarrollo industrial.

El incipiente desarrollo trajo, sin embargo, una fuerte inflación que propició un fuerte malestar social.
La necesidad de reformas estructurales en la economía era evidente. Finalmente, Franco, tras veinte años de políticas económicas nocivas, permitíó la entrada en el gobierno en 1957 de un grupo de tecnócratas del Opus Dei.
Estos nuevos ministros diseñaron el giro definitivo en la política económica: el Plan de Estabilización de 1959.

El Plan de Estabilización de 1959


Diseñado por los tecnócratas del Opus Dei, que habían accedido al gobierno en 1957, este plan económico fue elaborado siguiendo las indicaciones del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Se trataba ante todo de liberalizar la economía, acabando con el período autárquico e intervencionista. Se recortó el gasto público y disminuyó el intervencionismo del estado, a la vez que se abría la economía al exterior, devaluando la peseta y liberalizando las inversiones extranjeras.

Las consecuencias se apreciaron en poco tiempo. A partir de 1961, tras reducirse el déficit del estado y recibir abundantes inversiones del exterior, España inició un acelerado crecimiento económico.

El desarrollo económico de los años sesenta


El período 1961-1973 vino marcado por un rápido crecimiento industrial y del sector servicios.
La apertura económica al exterior provocó un verdadero aluvión de inversiones extranjeras que llegaron atraídas por los bajos salarios.

El desarrollo industrial desencadenó una intensa emigración de mano de obra campesina hacia las ciudades y hacia Europa.
A la vez que la agricultura se modernizaba, amplias zonas del interior quedaban desertizadas.

En el terreno comercial, España alcanzó un súperávit en su balanza de pagos.
El tradicional déficit de la balanza comercial se vio compensado por los ingresos procedentes del espectacular desarrollo del turismo, las inversiones extranjeras y las remesas enviadas por los emigrantes en Europa.

Para tratar de encauzar el crecimiento económico, el gobierno aprobó a partir de 1963 varios Planes de Desarrollo.
Basados en los incentivos fiscales y en las ayudas estatales tuvieron un resultado bastante inferior al previsto. La economía siguió creciendo pero la planificación no funciónó. El mejor ejemplo fue el creciente desequilibrio entre las diferentes regiones del país.

En definitiva el período 1961-1973 estuvo marcado por un gran desarrollo económico, inserto en un marco general de expansión europea y mundial.
Ese contexto exterior favorable permitíó abundantes inversiones extranjeras, una masiva llegada de turistas y la eliminación del paro mediante la emigración a Europa.

El inmovilismo político de los sesenta

Pese profundos cambios económicos y sociales de la década de los sesenta, la respuesta del régimen franquista a cualquier disidencia siguió siendo puramente represiva. Dos ejemplos bastan:


En 1963, un militante clandestino del Partido Comunista, Julián Grimau, fue ejecutado por delitos cometidos en la Guerra Civil. Las protestas internacionales fueron generalizadas.

En 1962, tras pedir España la adhesión a la CEE, un grupo de representantes de la derecha liberal que vivían en el exilio se reuníó en Múnich y pidió que no se admitiera a España hasta que no se estableciera en el país un régimen democrático basado en las libertades políticas. La prensa franquista organizó un enorme escándalo contra lo que se vino a denominar el Contubernio de Múnich.

Mientras el régimen aplicó pequeños e insuficientes cambios legislativos, que no cambiaron para nada su esencia dictatorial:

La Ley de Prensa de 1966, aprobada por el entonces ministro de Información, Manuel Fraga, aunque levantó algo la presión de la censura, no significó ningún avance significativo.

La Ley Orgánica del Estado de 1966. Última de las Leyes Fundamentales del Movimiento que no trajo ningún cambio de interés.

Forzado por su avanzado edad, Franco tuvo finalmente que designar un sucesor. En 1969, Juan Carlos de Borbón, nieto de Alfonso XIII, fue designado sucesor «a título de Rey».

Los grandes cambios sociales de los años sesenta


Tras los duros años de la posguerra, en los que la sociedad española había quedado anclada a un tipo de sociedad arcaica, los años sesenta presenciaron un acelerado cambio social. Estos fueron algunos de sus principales rasgos:

Masiva emigración rural a las ciudades y a Europa occidental. Más de un millón de españoles se desplazaron a Francia, Alemania, Suiza, Bélgica y otros países europeos para desempeñar los trabajos que no querían los nativos.

La emigración trajo consecuencias positivas como la reducción del paro o el ingreso de las abundantes remesas enviadas por los emigrantes, pero trajo consigo el desarraigo humano que toda emigración implica y la agudización de las diferencias de riqueza entre las diversas regiones del país.

Fuerte incremento de la población.
A la vez que se reducía la tasa de mortalidad, la tasa de natalidad se mantuvo en valores muy altos e incluso aumentó.

Para atender las necesidades de esta población creciente el gobierno no aumentó el gasto público lo que llevó a que los servicios públicos fueran claramente insuficientes:

En el terreno educativo el número de escuelas e institutos fue muy por detrás de las necesidades de una creciente población infantil y juvenil.

Aunque se crearon algunos enormes hospitales y desde 1963 aumentaron las prestaciones sanitarias y los sistemas de pensiones, la cobertura sanitaria siguió estando muy alejada de lo que requería una sociedad moderna.


El crecimiento demográfico provocó un enorme déficit en vivienda que trató de resolverse mediante grandes operaciones inmobiliarias en las ciudades españolas. Estos nuevos barrios nacieron a menudo sin equipamientos sociales y urbanos básicos.

La sociedad de consumo

Pese a sus limitaciones, el desarrollo económico propició la aparición de la sociedad de consumo en España. La extensión del uso de electrodomésticos, dos tercios de los hogares tenían televisión en 1969, y del coche, un cuarto de las familias españolas poseían un automóvil ese mismo año, fueron los elementos que mejor ejemplificaron la nueva sociedad.
La sociedad de consumo, caracterizada por el acceso a más información y por una mayor movilidad, trajo, especialmente entre los más jóvenes, una nueva mentalidad que chocaba con el tradicionalismo del régimen:

Progresiva relajación de la importancia de la Iglesia.

Nuevos hábitos de relación social y nuevas pautas de relación entre ambos sexos.

Modas, costumbres e indumentarias que llegaron a través del turismo.

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