21 Nov

S.Agustin.   

Escepticismo Académico y certeza de la propia existencia

Pirrón de Elis (360-270) fue el fundador de la primera escuela escéptica. Su pensamiento fue recogido por la Academia Nueva y por algunos pensadores independientes. Sképsis, es la palabra griega que da origen al movimiento y significa hacer una reflexión cuidadosa de lo que se observa, skeptikós son los que miran o examinan cuidadosamente. El escepticismo tiene dos partes: una teórica, que es una teoría del conocimiento, según la cuál no hay ningún saber seguro, y otra práctica, que es una actitud que consiste en no apegarse a ninguna opinión, suspender el juicio y conseguir la ataraxia o serenidad.»Nada es más«, este es el lema del movimiento escéptico: ninguna cosa es más, ni más cierta, ni más falsa, ni mejor, ni peor. Después tratar de hacer todo lo posible por conseguir un criterio para saber la verdad, el resultado es que ningún argumento resulta claramente definitivo, por tanto lo más acertado es suspender el juicio, a partir de esta decisión uno consigue liberarse de la inquietud, consigue la ataraxia, es decir, la serenidad de ánimo, que nos permite alcanzar la felicidad. Pero la suspensión del juicio no quiere decir que haya que abandonar toda investigación ni toda crítica. El filósofo dogmático piensa que ya ha encontrado la verdad, mientras que el escéptico se define como un buscador de la verdad y afirma que es imposible encontrar una verdad definitiva. Su principal tarea es destruir los argumentos de los dogmáticos.Todas nuestras percepciones tienen un valor relativo, sólo nos dan a conocer como aparecen las cosas en nuestros sentidos. Todas nuestras opiniones se fundan en la tradición y son convencionales. No hay ninguna razón para decir que una aserción es más verdadera que su contraria. La única postura sensata es suspender el juicio y no decir nada.La orientación neoplatónica de san Agustín le llevará a defender que la verdad no ha de buscarse en el mundo exterior por medio de los sentidos, sino reflexionando, volviendo la mirada hacia el interior de uno mismo: «No vayas fuera. Vuélvete hacia dentro de ti mismo.” Su pensamiento, centrado en la idea de la verdad, concluye en Dios: la Verdad es Dios.El pensamiento que busca la verdad ha de comenzar por la evidencia de si mismo. Es así como se puede superar la duda de los escépticos de la Academia nueva. «Todas las mentes se conocen a sí mismas con certidumbre absoluta». En la autoconciencia se encuentra un punto de partida irrebatible:“Somos, conocemos que somos, y amamos este ser y este conocer”Quien duda de la verdad, está cierto de que duda, esto es, de que vive y piensa; tiene, por consiguiente, en la misma duda una certeza que le sustrae la duda y le lleva a la verdad. Esta movilidad del pensamiento por la cual el mismo acto de la duda se toma como fundamento de una certeza, significa el alma puede elevarse por encima de sí misma hacia la verdad.La búsqueda de la verdad no se detiene en esta primera certeza., Agustín busca la verdad necesaria, inmutable y eterna, la cual no puede ser facilitada por los objetos sensibles, que siempre están cambiando.También el alma es con­tingente y mudable. Sólo Dios es la verdad.Hay que seguir buscando en el interior del alma.Por tanto, la búsqueda va de lo exterior (las cosas) a lo interior (el alma); en ella se realiza el descubrimiento de verdades eternas que nos permiten juzgar sobre todas las cosas sensi­bles. Como esas verdades no pueden proceder del alma o del mundo, que son mudables, sólo pueden explicarse por una iluminación divina (Agustín rechazó expresamente la reminiscencia platónica y la transmigración del alma). No es fácil comprender cómo concibe Agustín esa iluminación divina en el alma. Se inspira, sin duda en Platón (la Idea del Bien como “sol” del mundo inte­ligible). San Agustín se anticipa a Descartes con su Si fallor, sum (si me engaño existo), pero no se interesaba como Descartes por la cuestión de si el mundo exterior existe realmente o no. En las Confesiones Agustín nos dice: “Quiero conocer a Dios y el alma. Nada más deseo». Además la duda de Descartes es metódica, los argumentos escépticos le sirven para alcanzar verdades evidentes, a partir de ellas puede construir el conocimiento del mundo. Parten de una misma verdad pero con intenciones muy distintas. Como en San Agustín, el cogito en Descartes abarca toda actividad de conciencia. El cogito es una cosa que piensa. Lo que significa dudar, aprehender, afirmar, negar, querer, imaginar y sentir.En De Trinitate san Agustín dice: «nada conoce el hombre que le sea más cercano ni que le sea más inmediato a su mente que su identidad consigo mismo». A su vez, en la segunda meditación Descartes dice: «nada hay que me sea más fácil de conocer que mi propio espíritu»


Amor a la existencia y amor al conocimiento

El amor a la existencia se fundamenta en que toda la naturaleza «rehuye con gran fuerza el no ser»; así, ningún hombre quiere morir: hasta el hombre más miserable elegiría con alegría vivir eternamente en su miseria a una muerte prematura; más aún, todos los animales y las plantas.
El amor al conocimiento se manifiesta claramente en el hecho «de que cualquiera prefiere lamentarse con mente sana a alegrase en la locura». El amor por el conocimiento sólo lo posee el hombre, porque, aunque los animales puedan tener el conocimiento sensible más desarrollado que él, él es el único capaz de conocimiento racional, basándose en la teoría de la iluminación, sugiere que el amor del hombre al conocimiento es superior a cualquier otro porque el conocimiento es superior a cualquier otra actividad.
Dios crea el mundo sin utilizar ningún elemento preexistente y sólo por amor, para comunicar a las criaturas el bien que El posee, haciéndolas partícipes de sus propias perfecciones. El mal surge porque el hombre está vuelto hacia la materia, no porque la materia sea mala, la ha creado Dios. El mal es la negación del amor a Dios.El mal físico, por ejemplo, las enfermedades, los dolores anímicos y la muerte, son la consecuencia del pecado original, es decir, una consecuencia del mal moral. “La corrupción del cuerpo que pesa sobre el alma no es la causa, sino el castigo del primer pecado: la carne corruptible no es la que ha vuelto pecadora al alma, sino el alma pecadora la que ha hecho corruptible al cuerpo.” En la historia de la salvación, sin embargo, todo esto posee un significado positivo.La ética antigua se basa en la idea de felicidad. Esto puede llevarnos al relativismo del bien moral, dado lo variado que parece ser el sentimiento de felicidad. Agustín conoce esta variedad, pero sabe también que el alma humano tiene su “lugar natural”. Hacia él gravita, hacia el Uno, que es la verdad y el bien: en una palabra, gravita hacia Dios. “Nos has creado para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.” El amor del hombre, si es lo suficientemente profundo, halla el verdadero camino.La posibilidad de buscar a Dios y de amarle está fundada en la misma naturaleza del hombre. Si fuésemos animales, podríamos amar solamente la vida carnal y los objetos sensibles. Si fuésemos árboles no podríamos amar nada de lo que tiene movimiento y sensibilidad. Pero somos hombres, creados a imagen de nuestro creador, que es la verdadera Eternidad, la eterna Verdad, el eterno y verdadero Amor; tenemos, pues, la posibilidad de volver a él en el cual nuestro ser no volverá a morir y nuestro saber no tendrá más errores.
Esta posibilidad de volver a Dios en la triple manera de su naturaleza esta inscrita en la triple forma de la naturaleza humana, en cuanto a imagen de Dios. “Yo soy, yo conozco, yo quiero. Soy en cuanto sé y quiero; se que soy y quiero; quiero ser y saber. En estas tres cosas hay una vida inseparable, una vida única, una única esencia. La distinción es inseparable, y, sin embargo, existe. Dios ha creado al hombre para que este sea; pero el hombre puede apartarse del ser y pecar. La constitución del hombre como imagen de Dios le da la posibilidad de llegar a Dios, pero no se lo garantiza. El hombre es en primer lugar, un hombre viejo, el hombre exterior y carnal, que nace y crece, envejece y muere. Pero, en segundo lugar, puede ser también un hombre nuevo, que puede renacer espiritualmente y alcanzar la eternidad.

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