06 Jul


.- Analiza alguna de las causas que determinan la presencia de faltas de ortografía en los escritos del alumnado y propón soluciones concretas para paliar este fracaso ortográfico.

Hay que determinar las causas de los errores cometidos en su origen, aunque éste puede ser muy diferente en errores similares: palabras muy alejadas del vocabulario básico, alto grado de arbitrariedad, poca correspondencia sonido/grafía, problemas auditivos de un alumno en concreto, desconocimiento de la regla, olvido, etc. Es evidente, por lo tanto, que el tratamiento didáctico también tendrá que ser muy diferente.
A menudo, al advertir que un determinado error ortográfico aparece en los textos de 8 o 10 alumnos de un aula, el maestro tiene la sensación de que aquel conocimiento no ha sido bien adquirido y aplica, de manera inmediata, una serie de ejercicios de recuperación al grupo reducido, y en ocasiones, a toda la clase. ¿Se entiende que todos se equivocan por las mismas razones? Es probable que existan 3 o 4 causas distintas de inducción al error y, en cambio, se aplica un mismo tratamiento. ¿Se podría imaginar lo mismo en el terreno de la medicina? Cuando hay 8 o 9 alumnos con dolor de garganta… ¡antibiótico para toda la clase!
Para acabar, hay que hacer una reflexión global que tal vez nos ayudará a comprender por qué los alumnos cometen faltas a pesar de los esfuerzos que todos dedicamos para que no ocurra. El dominio completo de la ortografía sólo se consigue con el hábito de la lectura asidua, la consulta del diccionario y la práctica de la expresión escrita. También conviene recordar que nadie llega a dominar la ortografía del número infinito de palabras de una lengua. Sólo con el uso real y práctico de la escritura se consolidan los conocimientos y se fijan las normas en la memoria, hasta el punto que se pueden olvidar.

Podemos añadir otra reflexión sobre lo anterior: no es necesario que las prácticas de ortografía sean aburridas y repetitivas. Los profesores tienen que conseguir que los ejercicios de ortografía pierdan esta mala fama. Hay que reconocer que la ortografía en sí misma no es demasiado motivadora. Tal vez sólo en los niveles más elevados, los aprendices pueden sentir la satisfacción de haber escrito un texto correcto y esmerado. Pero si la ortografía es poco atractiva, si que pueden serlo los textos y las actividades con los que se aprenda y se practique.

Otro problema que ocasiona el aprendizaje de los aspectos más arbitrarios de las reglas gramaticales es la dificultad de memorizar reglas. Fue el único recurso en la enseñanza tradicional: memorizar reglas, aplicarlas para llenar espacios en blanco y hacer dictados. Actualmente, los nuevos materiales disponen de ejercicios más graduales: suelen partir de la observación para que el alumno formule hipótesis sobre la regla, después la explicitan y, finalmente, se aplica y se refuerza con actividades variadas. A menudo, las actividades, a pesar de ser las adecuadas, presentan algunos problemas que hay que evitar.

Algunas soluciones para paliar este fracaso pueden ser las siguientes: las prácticas mecánicas deben reducirse en número y extensión, y también deben permitir ahorrar energía de maestros y alumnos. Por el contrario, es mucho más provechoso dar a los ejercicios un carácter más cognitivo y analítico, es decir, que los alumnos tengan que razonar el uso de las reglas. Esto se puede conseguir fomentando la reflexión: dialogando maestro-alumno sobre la ortografía, fomentando la autocorrección con solucionarios, el trabajo por parejas, etc. De esta manera también se transmite una actitud de autoresponsabilización que desarrolla la motivación y la autonomía.
También es interesante transmitir a los alumnos el hábito de dudar y un método de trabajo para resolver problemas. Hay que enseñar a dudar, a formular hipótesis y a comprobarlas con instrumentos y libros de consulta.
Otra manera de favorecer la autonomía es facilitar a los aprendices materiales de consulta fácil: cuadros, síntesis de ortografía, gramáticas reducidas, técnicas mnemotécnicas o trucos, o bien ayudarlos a adquirir el hábito de consultar al diccionario de manera rápida y eficaz.
Por último, una clase en la que cada día se hace un ejercicio distinto, nuevo, por sorpresa, variado, es mucho más sugerente. Una manera de diversificar las actividades y al mismo tiempo trabajar la ortografía como aprendizaje implícito es hacer prácticas contextualizadas en frases, segmentos y textos enteros.
Uno de los ejercicios más utilizados en las clases de lengua y que suele gustar mucho a los profesores y alumnos es el dictado. Se trata de un ejercicio completo, práctico y útil, que no sólo supone una práctica de la ortografía, sino que contiene elementos comunicativos: lectura en voz alta y comprensión lectora. También es una técnica dinámica en la que el alumno está activo y practica las habilidades lingüísticas (escucha, comprende, escribe). Seguramente es la razón principal por la que los dictados gustan tanto.

Deja un comentario