31 Jul

FUENTE DE LAS CUATRO ESTACIONES O DE APOLO Ventura Rodríguez; Siglo XVIII Museo del Prado- Madrid


Se empezó a construir en 1780 durante el reinado de Carlos III por Manuel Alvárez, que se encargó de las cuatro estaciones, la figura de Apolo la realizó Alfonso Vergaz en 1802, pero no fue hasta el reinado de Carlos IV cuando se puede dar por terminada. De diseño neoclásico, la fuente se inauguró un año más tarde en 1803, para celebrar el enlace del príncipe Don Fernando, hijo de Carlos IV, con María Luisa. La fuente se compone de un cuerpo central con escalinata, con dos mascarones que arrojan agua sobre tres conchas superpuestas de diferentes dimensiones. Es también conocida como fuente de las Cuatro Estaciones. Apolo es el Dios del fuego solar y de la belleza, de las artes plásticas, de la música y de la poesía, es también el Dios de los oráculos y el Dios de la purificación. Su poder es terrible. Es hijo de Zeus y de Leto y tiene una hermana gemela, Artemisa, como el Sol tiene por hermana a la Luna. Hera, celosa de Leto, había perseguido a la joven por toda la tierra. Cansada de errar, Leto buscaba un sitio donde dar a luz, y en todas las tierras se negaban a acogerla, temiendo la cólera de Hera. Sólo una isla flotante y estéril, llamada Ortigia, consintió en dar asilo a la desventurada. Allí nacíó Apolo. Agradecido, el Dios fijó la isla en el centro del mundo griego y le dio el nombre de Delos, la brillante
. Allí, al pie de una palmera, el único árbol de toda la isla, Leto aguardó el parto durante nueve días y nueve noches, pues Hera retenía a su lado, en el Olimpo, a Ilitía, la divinidad que preside los partos felices. Todas las diosas, y especialmente Atenea, se hallaban junto a Leto, pero nada podían hacer en su favor sin consentimiento de Hera. Finalmente, resolvieron enviarle a Iris para rogarle permitiese el alumbramiento, ofrecíéndole, para aplacar su ira, un collar de oro y ámbar. A este precio, Hera consintió en que Ilitía descendiese del Olimpo se encaminase a Delos. Leto se arrodilló al pie de la palmera y dio a luz primero a Ártemis, y, después, con ayuda de esta, a Apolo. En el momento de nacer el Dios, unos cisnes sagrados volaron sobre la isla dando siete vueltas a su alrededor, pues era el séptimo día del mes. Inmediatamente, Zeus envió regalos a su hijo: una mitra de oro, una lira y un carro tirado por cisnes. Luego le ordenó que fuese a Delfos. Pero los cisnes condujeron primero a Apolo a su país, en la tierra de los Hiperbóreos, los cuales vivían bajo un cielo siempre puro y consagrando un culto a Apolo. Allí permanecíó el Dios un año y regresó luego a Grecia llegando a Delfos. En Delfos mató con sus flechas a un dragón llamado Pitón, encargado de proteger un antiguo oráculo de Temis, pero que enturbiaba los manantiales y los arroyos y robaba los ganados. Este monstruo había surgido de la tierra. También se cuenta que Hera le había dado el encargo de perseguir a Leto cuando llevaba en su seno a Ártemis y Apolo. Este líberó al país de la alimaña, pero en recuerdo de su hazaña, o tal vez para aplacar la cólera del monstruo, fundó en su honor unos juegos fúnebres, que se llamaron Juegos Píticos, celebrados en Delfos. Después se apoderó del oráculo de Temis y consagró un trípode en el santuario. El trípode es uno de los emblemas de Apolo y, sentada sobre él, la Pitia pronuncia sus oráculos. Los habitantes de Delfos celebraron con cánticos de triunfo, la victoria del Dios y su toma de posesión del santuario. Por primera vez cantaron el peán, que, es en esencia, un himno en honor de Apolo. Cada ocho años, una solemne fiesta conmemoraba en Delfos el exterminio de Pitón y la purificación de Apolo. Se representaba a Apolo como un Dios muy hermoso, alto, notable especialmente por sus largos bucles negros de reflejos azulados. No es de extrañar que tuviese numerosos amoríos con Ninfas y con mortales. Así, amó a la ninfa Dafne, hija del Dios Peneo, en Tesalia. Esta pasión se la había inspirado el rencor de Eros, irritado por las mofas de Apolo, que le había hecho objeto de burla porque se ejercitaba en el manejo del arco, esta era, en efecto, el arma por excelencia de Apolo. La ninfa no correspondíó a sus deseos y huyó a las montañas. Como el Dios la persiguiera, cuando estaba a punto de ser alcanzada dirigíó una plegaria a su padre, suplicándole que la metamorfosease para permitirle escapar de los abrazos del Dios. Su padre consintió en ello, y la transformó en laurel, árbol consagrado a Apolo. Con las Musas, cuyo culto iba ligado al suyo, tuvo también aventuras, se le atribuye con Talía, la paternidad de los Coribantes, que eran demonios pertenecientes al cortejo de Dioniso. Con Urania parece que engendró a los músicos Lino y Orfeo. Una de sus más célebres aventuras es la que se refiere al nacimiento de Asclepio. Se cuenta que el Dios había amado a Corónide a la que hizo concebir un hijo. Pero durante este embarazo, Corónide había cedido al amor de un mortal, Isquis. Advertido de su falta por la indiscreción de una corneja, o tal vez por sus dotes adivinatorias, Apolo dio muerte a la infiel y, en el momento en que su cuerpo era colocado sobre la pira para quemarlo, el Dios arrancó de su seno al niño, vivo aún. Con Casandra, hija de de Príamo, tampoco el amor favorecíó al Dios. Apolo amaba a Casandra, y para seducirla, le prometíó enseñarle el arte de la adivinación. La joven aceptó las lecciones; pero, una vez instruida, lo rechazó, Apolo se vengó retirándole el don de inspirar confianza en sus predicciones. Por ello, la desgraciada Casandra, pese a profetizar las cosas más ciertas, no era creída por nadie.Apolo no limitó sus amores a las mujeres; también amó a muchachos. Amó a Jacinto, joven de gran belleza. Un día que los dos jugaban, el disco que había lanzado el Dios sobrepasó su objetivo y mató involuntariamente al hermoso Jacinto. Apolo, horrorizado, intentó reanimar a su compañero, pero la sangre manaba en abundancia de la herida y su cabeza cayó, como una flor con el tallo roto. La hierba, manchada de la sangre del muchacho, reverdecíó entonces y del suelo brotó una flor púrpura, el jacinto. Apolo también amó a Cipariso a causa de su extremada belleza. Este joven tenía como compañero un ciervo sagrado, domesticado. Pero, un día, mientras el animal dormía tendido en la sombra, Cipariso lo mató por equivocación, disparándole una jabalina. Desesperado, el joven quiso morir y pidió al cielo la gracia de que dejase que sus lágrimas fluyesen eternamente. Los dioses lo transformaron en ciprés, el árbol de la tristeza. En dos ocasiones tuvo que ponerse Apolo en calidad de esclavo al servicio de los mortales. La primera vez fue a consecuencia de la conspiración que había urdido con Posidón, Hera y Atenea contra Zeus. Tuvo que ponerse al servicio del rey Laomedonte y construir las murallas de Troya, pero como el monarca se negó a pagarle lo convenido, Apolo se vengó enviando sobre la ciudad una peste que diezmó a la población. En la segunda ocasión, su hijo Asclepio fue fulminado por Zeus con un rayo, pues, instruido en el arte de la medicina por el centauro Quirón, llegó incluso a resucitar muertos. Apolo, no pudiendo vengarse sobre el propio Zeus, dio muerte a flechazos a los Cíclopes. Zeus, para castigarlo, ordenó al Dios que sirviese como esclavo en la corte del rey Admeto, durante un año, como boyero. Las funciones de Apolo son múltiples: Dios de la armónía, se le atribuye la invención de la música y de la poesía; se sirve para ello de la lira, que obtuvo de Hermes, y también de la flauta, objeto de una violenta disputa con Marsias. Este era un sátiro que desafió a Apolo a un concurso de música. Había encontrado una flauta en el suelo que había tirado Atenea. Marsias perdíó y fue desollado vivo por su hibris, orgullo desmedido, al desafiar a un Dios. Su sangre derramada se convirtió en el río Marsias. Apolo inspira a los creadores versos regulares y equilibrados. Frecuentemente dirige las danzas de las musas en el monte Parnaso. Es también el Dios que purifica; conoce el arte de sanar los cuerpos, alejando de ellos toda impureza: Es el Dios del calor solar que hace germinar y madurar los frutos, Dios del verano, que cada año trae a los hombres cuando regresa del lejano país de los hiperbóreos. El poder de este Dios es tan temible como el del Sol; mata con sus flechas al lado de su hermana Ártemis a los hijos de Níobe y envía la peste contra las huestes de Agamenón, que no respetó a la hija de su sacerdote Crises, Criseida. Dios guerrero, se pone del lado de los troyanos durante el conflicto contra los aqueos. Lobos, cervatillos, cisnes, cuervos y delfines son sus animales preferidos, y su planta sagrada es el laurel, tributo de la esquiva Dafne, cuyas hojas mastica la Pitia durante sus trances. Los romanos adoptaron muy pronto a este Dios prestigioso, cuyo nombre conservaron, reteniendo sobre todo su poder sanador y sus atributos solares (frecuentemente aparece designado con el nombre de Febo). El emperador Augusto lo convirtió en su Dios tutelar e hizo correr el rumor de que Apolo era su padre

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